
El arte de tomarse el tiempo: una forma íntima de estar presente.
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El ritual de café y té, una meditación activa. Cómo preparar una taza de café o té puede cambiar tu día.
Una mañana como tantas en el Bosque Civilizado y de las Conversaciones Lentas. La bruma flotaba entre los árboles, y un rayo de sol se colaba por la ventana de la antigua casa donde de la señora Thômas, muy cerca de la casa del Sr. Hêrmann quien ha sido durante años invitado frecuente a la hora del té y el café.
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“…El café está listo” exclamó la señora Thômas ajustándose su pañuelo de lino bordado —. ¿Tienes tiempo?
El señor Hêrmann, con su andar pausado y su corbata ligeramente torcida de tanto pensar, confirmó con la cabeza.
—El café no tiene prisa, querida, es el reloj de las almas que despiertan lento.
Se sentaron en su mesa de mármol blanco, la que guarda historias y largas conversaciones en cada grieta. Allí, con dos tazas humeantes entre las manos, hablaron de lo que verdaderamente importa: de las pequeñas cosas, los pequeños detalles, de los sueños que aún no se atreven a decir en voz alta y de la lluvia que suena distinta cuando uno está en en paz y en silencio…”.
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En una época donde todo nos empuja a correr, el café es una tregua silenciosa. Un respiro deliberado. Te detienes, mueles los granos, calientas el agua y viertes con intención. Y mientras lo haces, algo en ti se alinea. En ese pequeño acto cotidiano, el mundo se ordena. No estás reaccionando, no estás apurándote. Estás simplemente… estando amorosamente contigo mismo.
Esa taza humeante es una declaración. Es tu forma de decir “estoy aquí”, “esto importa”, “yo importo”. Porque la manera en que tratas los pequeños rituales y detalles revela mucho sobre cómo te tratas a ti mismo. No estás escapando de tus pensamientos; estás eligiendo cuáles pensar. No estás saliendo de ti, sino entrando más profundo de ti, justo en tu centro.
Cada variable y detalle lo haces momentáneamente tuyo —el grosor de la molienda, el ritmo del vertido, el tiempo de bloom— se vuelve un punto de presencia. No estás buscando perfección. Estás practicando la atención consciente. Estás respirando a través del movimiento. Porque preparar café o té, cuando se hace con el alma, es una forma de meditación activa.
No hay mantras. Solo el vapor que sube, el aroma que se despliega, el agua que encuentra su camino entre los granos o plantas y frutos secos. Es la alquimia de lo cotidiano. La belleza de estar presente sin prisas. En el café y el té no se trata de desconectarse, sino de sintonizar con lo que importa. Con el momento. Contigo mismo.
Preparar café o té, entonces, no algo banal. Es un acto de amor propio. Un compromiso silencioso contigo mismo. Es tu manera de decir: “Estoy aquí. Y valgo el tiempo que me doy”.
En Hêrmann Thômas creemos en la profundidad humana de quererse a sí mismo, creemos que una buena taza de café o té puede cambiar el día entero. No solo se trata de prepararse una bebida, este ritual marca un alto, más allá de la cafeína y las notas florales, el café es una pausa, un refugio, un respiro entre la velocidad de las pantallas y la presión de llegar a todo. Es un momento que no se improvisa, se honra. No haces o tomas café porque te sobre el tiempo; haces café porque ese instante merece su lugar. Porque tú mereces ese lugar.
Nos gusta pensar que nuestras cafeterías no son solo espacios para trabajar, socializar, comprar café o pasar el rato, sino para detenerse. Que cada taza que servimos lleva dentro un fragmento de historia, un momento robado al caos, una invitación a bajar el ritmo, pensar, planear, sentir, escuchar, salir renovado y con claridad mental.
La señora Thômas dice que el té es “una carta escrita con aromas para quienes aún creen en la ternura”. Y el señor Hêrmann, por su parte, insiste en que “no hay conversación valiosa ni proyecto que no empiece con una pausa y una buena taza de café caliente”.
Así que hoy, sin importar el lugar del mundo en el que estés, te invitamos a hacer una pausa. A servirte una taza, ir a comprar una y olerla con los ojos cerrados y escuchar lo que tu corazón tenga que decirte cuando no estás corriendo.
Porque tomarse el tiempo… es también una forma de amarse y descifrar lo que nuestro interior quiere sacar, y que inclusive podría ser nuestro máximo potencial.
Con afecto pausado,
Hêrmann-Thômas Coffee Masters